Microsoft lanzó a finales de junio la versión previa de Windows 8.1 y todo aquel que quisiera probarla lo pudo hacer. Pero como indica su propio nombre, esta versión era únicamente para que los usuarios se pudieran familiarizar con la nueva versión. Una vez lanzada la definitiva, en octubre, esta carece de sentido.
La versión final de Windows 8.1 es ofrecida de forma gratuita a todo aquel que tuviera Windows 8 instalado en su ordenador y es de pago para las demás versiones del sistema operativo más utilizado del mundo. Esta versión fue lanzada de forma oficial a finales de octubre en un intento de Microsoft por contentar a aquellos usuarios a los que no les hacía mucha gracia la nueva interfaz en particular, y el sistema operativo en general, que había lanzado Microsoft para sustituir a Windows 7.
Por ello ya en junio se lanzo una versión previa de Windows 8.1 para que aquellos usuarios que lo deseasen dieran otra oportunidad a un sistema operativo denostado por muchos. Pues bien, esta licencia se acaba en enero del año que viene obligando a los usuarios a pasar definitivamente a Windows 8.1 o volver apara atrás.
Interrupción del dispositivo
En el blog de la Pequeña empresa y el desarrollo de Microsoft ya se avisaba de lo que puede pasar si el usuario no quita la versión previa de su dispositivo. “Se deberán hacer planes para pasar a la versión de lanzamiento de Windows 8.1 o volver a la versión anterior OS tan pronto como sea posible para evitar la interrupción en el uso del dispositivo en el que se ha instalado Windows 8.1 Vista previa”, indican desde Redmond.
Pero lo que no indican en el blog es qué día en concreto finalizará la licencia y qué ocurrirá exactamente si no se cambia de versión. Por este motivo solo queda especular y decir que cuando la versión previa de Windows 8 finalizó en enero, el sistema operativo mostró a los usuarios que no habían cambiado un mensaje indicando que el ordenador se reiniciaría cada hora hasta que se introdujera la nueva clave de activación del producto.
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